Pautas lunes

La tentación no es obra de Dios.

Santiago 1, 13-15
Con esta Palabra de Dios, lo primero que se viene a la mente es preguntarme ¿Qué gana Dios con probarnos? En primer lugar el me conoce y sabe que soy débil, y no me va a poner zancadillas sabiendo que voy a caer y Él no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva. En segundo lugar si Dios mandara las pruebas, dejaría de ser bueno, porque si nosotros que somos malos sabemos dar cosas buenas a nuestros hijos ¡Dios que es Fuente de bondad! Nos dará cosas aún sin que nosotros se lo pidiéramos.
Yo creo que las pruebas me las consigo yo mismo: por falta de obediencia a la Palabra y a las insinuaciones del Espíritu Santo que con gemidos inefables nos llama a ser felices.
A mí me llamaba la atención que cuando uno se enferma o sufre un accidente dicen: Porque eres amigo de Dios te manda pruebas, y me causa admiración, porque yo a mis amigos les deseo lo mejor y acaso ¿Dios no es mi amigo?
Eclesiástico 2,1-6 dice Si te has decidido seguir al Señor, prepárate para la prueba, esta prueba se refiera a que si te has decidido seguir a Cristo, es necesario desinstalarnos, a cambiar nuestra manera de vivir y para ello necesitamos de la gracia de Dios, el alimento de su Palabra y de la Eucaristía porque el camino es largo.
Y la prueba se refiera a la purificación que tengo que asumir como fruto de un proceso, Dios va a sacar oro de nuestro barro, es el proceso de la perla.
La ostra cuando se abre para alimentarse puede que se pase una piedrita, y eso le molesta y sufre; y para aminorar su dolor, segrega una sustancia que es el nácar y recubre a la piedrita con placas de nácar, hasta que se forma una perla; lo mismo es el proceso de cristificación, de nuestro pecado Dios va a sacar una perla que es Cristo.
Pues los pecados nos confunden, nos desorientan y molestan, por eso Dios me da la gracia de arrepentirme y confesar mis pecados y me hace sentir su misericordia infinita.
Madre Santísima e Inmaculada, gracias por regalarnos a Jesús, y regálanos la gracia de que en el proceso de purificación de mi alma, yo llegue a decir ¡Feliz culpa que me mereció a tal Salvador! Que es tu Hijo y haz que lo ame cada vez más para no debilitar su cuerpo.





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