Pautas Jueves
Lo que hemos experimentado no lo podemos callar.
Salmo 40,10-11. 1Jn 1, 1.3
«El Verbum Dei tiene por finalidad…"Formar Fraternidades de vida evangélica que oran y enseñan vivencialmente a orar"» (FamD).
Este es nuestro carisma, la clave fundamental para la realización plena del año de gracia en el Señor, que continuará en la historia, a través de nosotros, con el envío a anunciar el evangelio a todas las gentes.
Es la Palabra de Dios orada, asimilada, vivida, la que nos hace salir hacia otros con el espíritu que animó a Jesús a llevar la buena nueva a todos los hombres, es la experiencia de sus discípulos y la nuestra a no callar:
… la Palabra que es vida. Porque la vida se dio a conocer, hemos visto la Vida eterna, hablamos de ella y se la anunciamos, aquella que estaba con el Padre y que se nos dio a conocer.
Lo que hemos visto y oído se lo anunciamos también a ustedes para que estén en comunión con nosotros, pues nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo.
Es el amor lo que se contagia, y es la comunión con el Padre y su Hijo, Jesucristo, lo que mantiene nuestra fe y esperanza. El que goza y saborea el amor de Dios allana el camino para que otros lo vivan.
Nuestro mayor problema es el olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Nos afanamos en hacer cosas, en organizar, en promover, en devociones… y no dejamos al Espíritu que haga lo que quiere hacer. Hemos de volver a la raíz, a recuperar el Evangelio.
Es bueno darnos cuenta que el mismo Espíritu de Jesús es el que ora en nosotros, es el mismo Jesús el que quiere escuchar al Padre, porque quiere que seamos uno. El hombre, desde su mismo nacimiento, está llamado al diálogo con Dios (Vat II GS 19).
Lo que pretende es que tengamos los mismos sentimientos y pensamientos de Jesús y ofrecerlo a los otros, con nuestra vida y la palabra. No se puede caminar tras sus pasos de cualquier manera.
Si escuchamos su Palabra, si nos dejamos llenar de su Espíritu, poco a poco nos irá liberando de engaños, miedos y egoísmos que nos bloquean, recuperar la alegría del vivir y la sensibilidad hacia los que sufren. Vive con más sentido y esperanza.
Cuando uno se encuentra con el amor de Dios encarnado en Jesús, vive la vida con gozo y esperanza, y aún a las tribulaciones les encuentra sentido y da gracias por poder colaborar con Cristo en el sufrimiento.
Podemos enseñar el camino de Jesús, si vives lo que enseñas, y lo harás con convicción, porque hablas de tu experiencia: no de un Dios que desconocemos, sino en un Dios cercano, amigo y que en él creemos, en él encontramos el sentido a la vida, en él encontramos la alegría de vivir.
¿Me siento llamado a testimoniar mi fe, mi experiencia de Dios? Cae en la cuenta que de lo que tienes en el corazón habla tu boca (Lc 6,45). Y que crecemos desde el bien que hacemos. Pasa de la verdad de tu mensaje, a tus palabras hechas carne. No se trata de que hables de los conocimientos que tienes, sino desde el profeta que «eres». El profeta trata de hacer ver la Palabra de Dios en todo lo que acontece. Y por eso hemos sido elegidos por Él para que vayamos y demos fruto, y nuestro fruto dure. Por eso no podemos dejar de repetir lo que hemos visto y oído, lo que vivimos. Si no encarnamos la Palabra seremos como una campana que suena al viento.
“Creí, por eso hablé”. También nosotros creemos y por eso hablamos.
María Madre de la Palabra, acompáñanos con tu amor de Madre a testimoniar el amor que Dios nos tiene en Jesucristo y que viéndonos nuestros hermanos, quieran ser tus testigos fieles.
Salmo 40,10-11. 1Jn 1, 1.3
«El Verbum Dei tiene por finalidad…"Formar Fraternidades de vida evangélica que oran y enseñan vivencialmente a orar"» (FamD).
Este es nuestro carisma, la clave fundamental para la realización plena del año de gracia en el Señor, que continuará en la historia, a través de nosotros, con el envío a anunciar el evangelio a todas las gentes.
Es la Palabra de Dios orada, asimilada, vivida, la que nos hace salir hacia otros con el espíritu que animó a Jesús a llevar la buena nueva a todos los hombres, es la experiencia de sus discípulos y la nuestra a no callar:
… la Palabra que es vida. Porque la vida se dio a conocer, hemos visto la Vida eterna, hablamos de ella y se la anunciamos, aquella que estaba con el Padre y que se nos dio a conocer.
Lo que hemos visto y oído se lo anunciamos también a ustedes para que estén en comunión con nosotros, pues nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo.
Es el amor lo que se contagia, y es la comunión con el Padre y su Hijo, Jesucristo, lo que mantiene nuestra fe y esperanza. El que goza y saborea el amor de Dios allana el camino para que otros lo vivan.
Nuestro mayor problema es el olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Nos afanamos en hacer cosas, en organizar, en promover, en devociones… y no dejamos al Espíritu que haga lo que quiere hacer. Hemos de volver a la raíz, a recuperar el Evangelio.
Es bueno darnos cuenta que el mismo Espíritu de Jesús es el que ora en nosotros, es el mismo Jesús el que quiere escuchar al Padre, porque quiere que seamos uno. El hombre, desde su mismo nacimiento, está llamado al diálogo con Dios (Vat II GS 19).
Lo que pretende es que tengamos los mismos sentimientos y pensamientos de Jesús y ofrecerlo a los otros, con nuestra vida y la palabra. No se puede caminar tras sus pasos de cualquier manera.
Si escuchamos su Palabra, si nos dejamos llenar de su Espíritu, poco a poco nos irá liberando de engaños, miedos y egoísmos que nos bloquean, recuperar la alegría del vivir y la sensibilidad hacia los que sufren. Vive con más sentido y esperanza.
Cuando uno se encuentra con el amor de Dios encarnado en Jesús, vive la vida con gozo y esperanza, y aún a las tribulaciones les encuentra sentido y da gracias por poder colaborar con Cristo en el sufrimiento.
Podemos enseñar el camino de Jesús, si vives lo que enseñas, y lo harás con convicción, porque hablas de tu experiencia: no de un Dios que desconocemos, sino en un Dios cercano, amigo y que en él creemos, en él encontramos el sentido a la vida, en él encontramos la alegría de vivir.
¿Me siento llamado a testimoniar mi fe, mi experiencia de Dios? Cae en la cuenta que de lo que tienes en el corazón habla tu boca (Lc 6,45). Y que crecemos desde el bien que hacemos. Pasa de la verdad de tu mensaje, a tus palabras hechas carne. No se trata de que hables de los conocimientos que tienes, sino desde el profeta que «eres». El profeta trata de hacer ver la Palabra de Dios en todo lo que acontece. Y por eso hemos sido elegidos por Él para que vayamos y demos fruto, y nuestro fruto dure. Por eso no podemos dejar de repetir lo que hemos visto y oído, lo que vivimos. Si no encarnamos la Palabra seremos como una campana que suena al viento.
“Creí, por eso hablé”. También nosotros creemos y por eso hablamos.
María Madre de la Palabra, acompáñanos con tu amor de Madre a testimoniar el amor que Dios nos tiene en Jesucristo y que viéndonos nuestros hermanos, quieran ser tus testigos fieles.
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