La Trinidad comprometida con nuestra identidad de Hijos.




Gracias señor por el don de la vida y por la fe, que me hace descubrir que estas aquí amándome, gracias por la fe que me hace creer que detrás de mi oración se encuentra un corazón que ha madrugado a la espera de mis palabras. Gracias Señor por la certeza de tu presencia y porque aún siendo Dios y teniendo todo en tus manos,  hoy, como cada día, te pones a mi servicio tal y como lo has prometido en tu palabra de Jeremías 32 versículo 41: “me dedicaré a hacerles bien, y los plantaré en esta tierra firmemente, con todo mi corazón y con toda mi alma”

Así es como el Espíritu santo me inspiraba comenzar este rato de oración y digo que el espíritu santo me inspiraba, pues sin su ayuda no podríamos ni tan siquiera decir Jesús es señor.1corintios 12,3. La oración es don de Dios, es gracia suya, de allí que se hace necesario el pedir cada día como los discípulos: “señor enséname a orar”. Lucas 11,1; a estar de pie delante de ti como Abraham. Génesis 18,23ss; a escucharte como María. Lucas 10,39; con total disponibilidad como nuestra madre. Lucas 1,38.

Me ayudaba mucho ver la disponibilidad de nuestro para hacernos el bien, para bendecirnos, como señala el texto propuesto hoy para la oración, en Efesios 1, 1-14

“Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues en Cristo nos ha bendecido en los cielos con toda clase de bendiciones espirituales.”

Esta mañana el Padre me invitaba a reconocer, que la mayor bendición que nos ha dado es el mismo Cristo, en quien está la plenitud de los bienes como lo dice Juan 1,16-17. Reconocía delante de Dios que, muchas veces, se asiente con facilidad a las palabras de Pablo, pero se hace necesario preguntarnos, en lo profundo del corazón y con sinceridad: ¿Es verdaderamente Jesús la mayor bendición que le ha dado Dios a mi vida? Y ante esta pregunta, decimos que sí y con ello queremos expresar que, desde que le conocemos, Cristo nos ha dado una nueva forma de vivir, que con su compañía toda la vida ha cobrado sentido, que su amor nos ha devuelto la fuerza, la esperanza, etc. Ciertamente, lo que acabo de señalar es una  experiencia grandísima; que ojalá la pudiésemos tener todos los cristianos; pero desde aquello que se nos ha propuesto esta semana en la escuela de la palabra: “ser hijos en el hijo”. La pregunta de parte de Dios venia por otro lado, ¿crees que ser Jesús, ser como él es la mejor bendición para tu vida? Aunque nos resulte ocioso es necesario preguntárnoslo en medio de un ambiente en el que se nos propone como la mayor riqueza, la mayor bendición el tener, el poder, el valer ante los demás y frente a lo cual muchas veces nos sentimos exigidos. Encontraba necesario el que cada día nos sinceremos delante de Dios, para preguntarnos, en función de qué hago lo que hago, busco lo que busco, aspiro a lo que aspiro. Ojalá que detrás de nuestras preguntas resonara con claridad es por ser tú señor, por vivir conforme a mi identidad de hija/o tuyo; pero muchas, veces en la práctica, vemos como nuestras motivaciones se desvían de la meta.

Esta mañana me ayudaba encontrar que con todo, Dios sigue escogiéndonos, convocándonos a ser hijos suyos en su presencia, por su amor, lo que fue desde el principio, Dios lo renueva para nosotros:  

4 “Dios nos escogió en Cristo desde antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos y sin defecto en su presencia. Por su amor, 5 nos había destinado a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, hacia el cual nos ordenó, según la determinación bondadosa de su voluntad. 6 Esto lo hizo para que alabemos siempre a Dios por su gloriosa bondad, con la cual nos bendijo mediante su amado Hijo.

Pidamos a nuestra madre María, que nos ayude a ir entendiendo, lo que a través de su palabra, Dios quiere despertar en nosotros, de una manera personal, para que podamos responder a su invitación; sabiendo que la Trinidad misma se ha comprometida con nuestra identidad de Hijos y que Dios que es fiel llevará a término la obra que ha empezado en nosotros. Fili

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