¡Padre que no se haga lo que quiero, sino lo que quieras tú!
Mateo 16,22: Ef 6,18
A partir de ese día, Jesucristo comenzó a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y que las autoridades judías, los sumos sacerdotes y los maestros de la Ley lo iban a hacer sufrir mucho, que incluso debía ser ejecutado y que resucitaría al tercer día.
Pedro lo llevó aparte y se puso a reprenderlo: «¡Dios no lo permita, Señor! Nunca te sucederán tales cosas.» Pero Jesús se volvió y le dijo: «¡Retírate y ponte detrás de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar. Tus ambiciones no son las de Dios, sino las de los hombres.»
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga. Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, pero el que sacrifique su vida por causa mía, la hallará. ¿De qué le serviría a uno ganar el mundo entero si se destruye a sí mismo? ¿Qué dará para rescatarse a sí mismo?
Sepan que el Hijo del Hombre vendrá con la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno según su conducta.
En verdad les digo: algunos que están aquí presentes no morirán sin antes haber visto al Hijo del Hombre viniendo como Rey.»
Esta mañana ante el ejercicio de cruz que el Señor nos propone seguir, le preguntaba:
Señor, si muchas veces escuchamos que nos dicen que el hombre está llamado a ser feliz, ¿De qué felicidad nos están hablando si lo que vemos cada día es sufrimiento? ; a diario ya sea en las noticias de la radio o en la televisión uno se levanta y escucha y ve gente sufrir, aun en la propia casa, en nuestra propia vida, y le pedimos al Señor que no permita tales cosas, que no sucedan estas desgracias y como Pedro decimos.” Dios no debe permitirlo”
¿Cuál es el verdadero sentido, Señor, del sufrir, del ser feliz? ¿Cuáles son nuestras ambiciones, que debemos en todo caso ambicionar?
Ser feliz a la manera del mundo es asegurar tu vida, que no te pase nada en lo humano, por eso frente a los dos caminos que se nos presentan a diario, cargar la cruz o evitarla, tenemos que escoger, o renunciar a mí mismo, sacrificar mi vida y seguir a Jesús, o “ganar el camino seguro del mundo”, aislarme, vivir solo, meterme en una capsula cerrar los ojos, los oídos, para no escuchar nada del sufrimiento de los demás, para asegurarme de estar tranquila, asegurar mi paz o preguntarle a Jesús como vivir estas situaciones y hacer lo que El me diga.
Es tan claro que no queremos sufrir, queremos un Dios que nos evite el camino de Cruz, decimos que Jesús es Dios, pero nos da miedo seguirlo, ¿por qué Señor? ¿Porqué creemos que a su lado no debe existir el sufrimiento, no puede haber sufrimiento donde está Dios?
Es una tentación creer que la felicidad esta opuesta al camino de Cruz, seguir a Jesús es una contradicción para nosotros que muchas veces no entendemos.
Que felicidad tan rara nos propones Señor, ¿qué hay que morir para vivir?, ¿para rescatarse a si mismo hay que dar la propia vida?
Esto solo se puede entender desde la oración, hay un bautizo de sangre, hay una copa que beber, hay que mirar no la cruz que está al frente y quedarnos en ella sino mirar el proyecto de Dios, lo que hay en ella y aun más allá:
Sepan que el Hijo del Hombre vendrá con la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno según su conducta.
La recompensa no está solo en la Vida eterna, para cuando nos muramos, la recompensa esta en ver a los demás vivir por nuestra entrega, convertirse, alabar al Señor, seguirlo, hacerle discípulos, entregarnos en horas sin dormir para preparar las formaciones, para cuidar un enfermo, para trabajar y llevar alimentos a la familia, horas de cansancio, saber perdonar el mal que nos hacen. Vivir la cruz no es quejarse o resignarse, es trabajar para que este mundo cambie, para que los noticieros cambien, no haya violencia en el mundo, seguir a Jesús es predicar con fe con fuerza un Evangelio que es rechazado por mucho porque es contradictorio, pero que es lo Único que puede salvar a este mundo, cortar de raíz el mal…el enemigo, nos tienta a dejarlo, nos desanima, se pone como piedra de tropiezo para hacernos caer en la tentación de soltar el apostolado, la oración, los sacramentos, la vida espiritual, la formación…pero el Señor no lo va a permitir, Jesús tiene bien claro hacia donde, va cual es la Voluntad de Dios, por eso, con que fuerza le dice:
¡Retírate y ponte detrás de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar. Tus ambiciones no son las de Dios, sino las de los hombres.»
Retírate y ponte detrás de Mí. El Plan de Dios está delante, detrás está todo lo demás en segundo plano…, la ambición de Dios, su Plan es el de que el hombre sea feliz a la manera de Dios, la única manera de ser feliz es seguir a Jesús, aunque parezca contradictorio, aunque no lo entienda.
Muchas veces no lo lograré entender pero tengo que orar cada situación, cada cruz. No se puede aceptar el sufrimiento sino es en la oración en ese encuentro cara a cara, personal de amistad y amor donde el Señor me hace ver cuál es el Plan, lo que su voluntad ha trazado para mí y los que amo, donde me hace ver el camino de la salvación, cual es la manera apropiada de asegurar mi vida que no es pagando guardaespaldas o asegurar mi vida poniendo cerrojos a las puertas.
Eso es asegurar mi vida a la manera del mundo, eso es asegurar la vida mortal que de todas maneras se va a perder, el Señor me habla de asegurar mi vida eterna, seguir la Causa de Jesús para asegurar la verdadera vida interior con paz espiritual y felicidad verdadera, la que da el saber que estamos en el verdadero Camino, en la Verdad, en la Vida verdadera.
La felicidad es dar la vida, para que otros vivan, es morir con la alegría de que a muchos les llega la vida a través de nuestra cruz. Esto no es ambición de los hombres, el enemigo no quiere que caminemos por la cruz, que sigamos a Jesús, el enemigo nos hace ver el camino estrecho, escabroso como algo terrible, imposible nos desanima constantemente porque es un camino de salvación, “ese” quiere que evitemos la cruz que escojamos más bien el camino fácil, ancho, el que lleva a la perdición y por el cual mucho se pierden, efectivamente, engañados por el mundo y sus ideas de “felicidad”.
Pero en este camino que Jesús nos propone a través del ejercicio de cruz es el de verdadera felicidad por donde El va primero nosotros le seguimos…el que quiera seguirme renuncie a si mismo…cargue con su cruz y me siga.
Primero: renuncie a sí mismo, lo veía algo así como renunciar al trabajo, desprenderse de tus cosas, desapegarte de las personas, pasar a otra manera de vivir, como mudarte de casa, mudanza interior de todo.
Segundo: carga con tu cruz. Después de que dejaste todo vas a estar libre para coger la cruz, de otro modo no se puede porque tienes las manos ocupadas, agarrando tanta cosa, el corazón cargado de sentimientos de este mundo, que te clavan los pies al piso y no te dejan seguir a Jesús.
El que sacrifique su vida por causa mía, la hallará. ¿De qué le serviría a uno ganar el mundo entero si se destruye a sí mismo? ¿Qué dará para rescatarse a sí mismo?
Sacrificar tu vida es perderte para encontrarte, morir para salvarte, es el proceso del grano de trigo, morir para vivir…este el Camino que Jesús nos muestra, El va por delante, El nos asocia a su sacrificio redentor, nosotros somos los primeros beneficiarios de tanta Gracia. Solo orando podemos entender este camino de dolor y de muerte donde hay una radicalidad, una exigencia clara: Dar la vida, no se puede ir a medias, “no es cuando quiero” “cuando tengo ganas”, o “más tarde cuando me pase todo esto”, “yo no, que lo hagan otros” a menudo nos salen los pensamientos de Pedro cuando es tentado y le dice a Jesús:
“Nunca te sucederán tales cosas … a ti no …a otros, pero no a ti…”
Nuestra tendencia es asegurarnos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos de que no nos pase nada, necesitamos ser enseñados diariamente, ser fortalecidos en esos ratos de intimidad, de oración donde dialogamos donde aceptamos pertenecerle, seguirle en cuerpo y alma, en vivirlo todo con El por puro amor, aceptar la cruz por puro amor, así como Jesús aceptó la cruz por nosotros porque nos amo….”me amó y se entregó por mi”
A Jesús no le gustó tampoco desde lo humano aceptar el cáliz del sufrimiento, pero buscó una vez más como era su costumbre, su estilo de vivir la oración, el dialogo con su Padre:
Padre mío, si es posible que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero sino como quieres tu. Mt 26,39
En los días de su vida mortal presentó ruegos y suplicas a aquel que podía salvarlo de la muerte; este fue su sacrificio, con grandes clamores y lágrimas, y fue escuchado por su religiosa sumisión. Aunque era Hijo aprendió en su pasión lo que es obedecer, Y ahora llegado a su perfección, es fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen conforme a la misión que recibió de Dios. Hebreos 5, 7-10
Que nuestra Madre nos acompañe ahora a orar para hacer su voluntad, para aceptar la cruz que redime, que salva.
Padre mío sé que me amas, pero amas también a los que están conmigo, a los que Tú me has dado, permíteme renunciar a mí misma, dejar todo sentimiento de miedo, de temor, y beber el cáliz de salvación, con esto Padre el mundo sabrá cuanto te amo y cuanto los amo a ellos…. Jn 14, 31
“Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu. Velen en común y perseveren en sus oraciones sin desanimarse nunca, intercediendo en favor de todos los santos, sus hermanos”. Efesios 6,18
Dios nos bendiga.
nila
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