Pautas jueves

Todos tenemos parte en la misión de Jesús


1Pedro 2,9; 1Cor 7,24 

Ven Espíritu Santo, Espíritu que ilumina nuestra mente, alma y corazón, para entender cuál es la voluntad del Padre; entenderla y hacerla vida, pues sabemos que la voluntad del Padre es que todos sus hijos lleguen al conocimiento de la verdad, que es Jesucristo, y consigamos nuestra salvación, como decimos lo sabemos ¿pero vivimos esra tarea que Dios nos ha encomendado?

El Padre cuenta que todos los laicos bautizados, vayamos a trabajar a su viña que es el mundo, donde hay mucho que hacer, y nos ha dado como herramientas para trabajar: la oración y la Predicación de la Palabra de Dios.

Sólo: "Acercándoos a Él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida y preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, sois utilizados en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo (...). Pero vosotros sois el linaje elegido, el sacerdocio real, la nación santa, el pueblo que Dios se ha adquirido para que proclame los prodigios de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz (...)" (1 P 2, 4-5. 9).

Este es un nuevo aspecto de la gracia y de la dignidad bautismal: los fieles laicos participamos, según el modo que les es propio, en el triple oficio —sacerdotal, profético y real— de Jesucristo.

Nuestra misión sacerdotal la ejercitamos incorporándonos a Jesucristo, unidos a Él y a su sacrificio en el ofrecimiento de sí mismos y de todas sus actividades (cf. Rm 12, 1-2). Como dice el Concilio hablando de los fieles laicos: "Todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso espiritual y corporal, si son hechos en el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios espirituales aceptables a Dios por Jesucristo (cf. 1 P 2, 5), con la oblación del Cuerpo del Señor. De este modo también los laicos, como adoradores que en todo lugar actúan santamente, consagran a Dios el mundo mismo".

La participación en el oficio profético de Cristo, "que proclamó el Reino del Padre con el testimonio de la vida y con el poder de la palabra", habilita y compromete a los fieles laicos a acoger con fe el Evangelio y a anunciarlo con la palabra y con las obras, sin vacilar en denunciar el mal con valentía. Unidos a Cristo, el "gran Profeta" (Lc 7, 16), Son igualmente llamados a hacer que resplandezca la novedad y la fuerza del Evangelio en su vida cotidiana, familiar y social, como a expresar, con paciencia y valentía, en medio de las contradicciones de la época presente, su esperanza en la gloria.

Y su pertenencia a Cristo, Señor y Rey del universo, los fieles laicos participan en su oficio real y son llamados por Él para servir al Reino de Dios y difundirlo en la historia. Viven la realeza cristiana, antes que nada, mediante la lucha espiritual para vencer en sí mismos el reino del pecado (cf. Rm 6, 12); y después en la propia entrega para servir, en la justicia y en la caridad, al mismo Jesús presente en todos sus hermanos, especialmente en los más pequeños (cf. Mt 25, 40).

De este modo, damos gloria a Dios Padre en Cristo. Desde el lugar que ocupamos en el mundo, como dice Pablo: "Hermanos, permanezca cada cual ante Dios en la condición en que se encontraba cuando fue llamado" (1 Co 7, 24); para ser fermento, en el mundo mediante el ejercicio de sus propias tareas, guiados por el espíritu evangélico, y con el testimonio de su vida y con el fulgor de su fe, esperanza y caridad"

Que María Madre del Verbo Encarnado y de la Iglesia, nos ayude a ser el fiel laico, a los pies del maestro atentos a prender el fuego de su Palabra y su vida en el ambiente que nos ha tocado vivir.

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